Entre 1837 y 1901, en el reinado de Victoria I, era mal visto que los caballeros anduvieran sin su saco puesto y más aún con damas presente. Esta norma protocolar incluso regía cuando los hombres estuvieran trabajando, lo cual era un gran problema para aquellos que trabajaban con las manos.
En ese momento nació la innovadora idea de ponerle una serie de botones en las mangas, cosa que pudieran desabrocharlos y remangarse el saco. Así estarían más cómodos de manera muy discreta.
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